Fue a principios del IV milenio cuando aparecieron los primeros focos culturales, las primeras civilizaciones de la humanidad. Estas comunidades culturales pueden ser identificadas con los nombres de los valles fluviales que las albergaron: la civilización del valle del Nilo, la del valle del Éufrates y la del valle del Indo. Del mismo modo, en los alrededores de estas grandes civilizaciones aparecieron lo que podríamos llamar “civilizaciones satélites” tales como la civilización Hitita y la Urartea.
Esta concentración de focos culturales que se extienden desde los afluentes superiores del rio Indo hasta el Nilo surgió a raíz de una serie de pequeños grupos anónimos que en los milenios previos habían ido creando un modo de vida de acuerdo a las necesidades que se les planteaban. Estas pequeñas aldeas acabaron evolucionando a las grandes civilizaciones que hoy conocemos gracias a una mejora en la agricultura y unos sistemas de relaciones más complejos que daban respuesta al incremento demográfico que constantemente se iba produciendo.
Hacia el 3.500 a.C. floreció la civilización de Uruk, a lo que siguió un derrumbe entre el 3.200 y el 3.000 a.C., a causa de una megasequía severa de menos de 200 años.
Después retornaron unas condiciones más favorables, y hubo un nuevo desarrollo, con la formación de sociedades de clase en Akkad (Mesopotamia), la región de Harappan en el valle del río Indo, en Egipto, Palestina, Grecia y Creta, hasta el mencionado derrumbe hacia 2.200 a.C.
Mesopotamia, que significa “tierra entre ríos”, se sitúa en ese territorio que actualmente conocemos como Iraq, un lugar donde los ecos de la guerra amenazan los vestigios de una historia milenaria. Las primeras comunidades se situaron en la franja norte de la península arábiga, pero estas eran comunidades nómadas. A medida que se fueron sedentarizando y explotando la tierra, junto con el aumento progresivo de las temperaturas tras la última glaciación, la aridez del terreno se fue incrementando , lo que produjo que estas comunidades migraran hacia las cuencas de los ríos donde la tierra era más fértil. El Éufrates, sobre todo en el último tercio de su curso, separa de forma drástica el territorio fértil de la tierra árida, la cual se expande más allá de su margen occidental; el Tigris, en cambio, apenas constituye una frontera. Nunca se logró estabilizar los límites entre Mesopotamia y las regiones montañosas que acompañan al Tigris hacia el noreste y al Éufrates hacia el norte. Estos confines fueron siempre la línea de contacto entre Mesopotamia y aquellas regiones que tuvieron contacto con las mesetas de Asia Central.
Tanto el Tigris como el Éufrates descienden de los montes de Armenia, de cuyos torrentes se van alimentando. Una vez atravesadas las últimas colinas, el Tigris fluye hacia el este, para más tarde, volverse hacia el sureste, discurriendo en dirección paralela a los Zagros y vadeando las ciudades de Nínive, Calah y Asur, las tres capitales sucesivas del imperio asirio. A continuación se adentra en la llanura que comienza un poco antes de llegar a Samarra, hasta alcanzar las ciudades de Opis y Seleucia, la última capital de Babilonia. Río abajo, su curso varió mucho durante el periodo histórico, lo cual impidió el crecimiento de asentamientos estables a lo largo de sus márgenes. A pesar de que actualmente se una finalmente al Éufrates para formar el Shatt-al-Arab, el Tigris desembocaba en su día directamente en el Golfo Pérsico, ya que, como ya he mencionado anteriormente, la línea de costa estaba más introducida en la tierra que en la actualidad. Todos sus afluentes provienen de las montañas orientales: el Hoser, que fluye por delante del Nínive, el Gran Zab o Zab Superior, que se une al Tigris cerca de Calah, el Pequeño Zab o Zab Inferior, el Adhem, y otros dos afluentes, el Diyala (en acadio, Mê-Turna[t], Turna[t]), y el Duweirig (en acadio, Tuplias), que fluyeron a través de zonas con una gran densidad de población.
El curso del Éufrates es muy distinto. Tras abandonar las montañas, discurre en dirección suroeste, hasta llegar a un punto que dista del mar Mediterráneo apenas 150 km. Entonces se desvía hacia el sur, formando una amplia curva, y luego, pasada Carquemish, hacia el sureste, donde recibe solo dos afluentes, el Balih y el Habur, ambos en su margen izquierda. El Éufrates alcanza la llanura aluvial un poco más debajo de Hit, próximo al Tigris. Esta especie de lazo ancho que forman los dos ríos convierte a la Alta Mesopotamia en una isla, y así la llaman hoy en día los árabes, Yezira. Desde Hit y hasta las zonas de marismas del sureste, es decir, hasta la desembocadura del Éufrates en el Golfo Pérsico, su curso está plagado de antiguas ciudades, por mucho que modificase su curso a lo largo del tiempo. El Éufrates es menos caudaloso que el Tigris y su corriente es mucho más lenta, lo que permite llegar bastante más lejos navegando rio arriba. Los dos ríos se caracterizan por sus inundaciones anuales.
En un diccionario de 1867, en la voz “Mesopotamia” hallamos la siguiente observación: “Este país conoció su apogeo durante los dominios asirio y babilónico. Con los árabes, fue sede de los califas y alcanzó un nuevo periodo de esplendor. Su decadencia comenzó con las invasiones de los seleucidas, de los tártaros y de los turcos y, en nuestros días, es un desierto en gran parte deshabitado”. (Los seleucidas del S.V d.C. eran descendientes de Seleuco, uno de los generales y heredero de parte del imperio persa conquistado por Alejandro Magno (S.IV a.C.)).
En el interior de Mesopotamia, la agricultura y la ganadería se impusieron entre el 6.000 y 5.000 a.C., suponiendo la entrada de lleno al Neolitico. Durante este período, las nuevas técnicas de producción que se habían desarrollado en el área neolítica inicial se expandieron por las regiones más tardías, entre ellas la Mesopotamia interior. Ello trajo el desarrollo de ciudades, altamente relacionado con la situación geográfica del lugar, pues como se ha mencionado anteriormente, la aparición de la agricultura en esas zonas áridas se vio condicionada por la cercanía de los ríos Tigris y Éufrates, principales proveedores del agua necesaria para la subsistencia. Algunas de las primeras ciudades fueron Buqras, Umm Dabaghiyah y Yarim, y, más tardíamente, Tell es-Sawwan y Choga Mami, que formaron la llamada cultura Umm Dabaghiyah. Posteriormente es sustituida por las culturas de Hassuna-Samarra entre el 5.600 y el 5.000 a.C., y Halaf, entre el 5.600 y 4.000 a.C.(Halaf tardío).
Aproximadamente en el 3.000 a.C., apareció la escritura, en aquella época utilizada solo para llevar las cuentas administrativas de la comunidad. Los primeros escritos que se han hallado están escritos sobre arcilla (muy frecuente en aquella zona) con unos dibujos formados por líneas (pictogramas).
Pictogramas mesopotámicos
La civilización urbana siguió avanzando durante el periodo de El Obeid (5.000 a.C.- 3.700 a.C.) con avances en las técnicas cerámicas y de regadío y la construcción de los primeros templos urbanos.
Tras El Obeid, se sucede el Periodo de Uruk, en el cual la civilización urbana se asentó definitivamente con enormes avances técnicos como la rueda y el cálculo, realizado mediante anotaciones en tablillas de barro y que evolucionaría hacia las primeras formas de escritura.
Durante el periodo Uruk, Palestina y Anatolia permanecieron al margen de los acontecimientos de Mesopotamia. Aunque algunos asentamientos, como los de Jericó y Chatal Huyuk, también tenían algunas características de ciudades, la decisiva transición de poblado a ciudad se produjo a partir del 4.300 a.C., durante un periodo de unos 800 años, del que, desgraciadamente, apenas ha quedado alguna información. Las primeras ciudades, catalogadas como tales, crecieron en la baja Mesopotamia, área del sur ocupada por los sumerios y acadios, durante el IV milenio antes de nuestra era, el periodo “Uruk final”. Durante la mayor parte del III milenio, periodo “Dinástico Inferior”, coexistieron numerosas ciudades-estado, que finalmente fueron unificadas por el rey Sargón I de Akkad, región al nordeste de Sumer, en el año 2.300 a.C. Sumer y Akkad eran países en el sentido moderno del término, sino que estaban formados por varias ciudades-estado, cada una de las cuales constituía una unidad política en sí misma y tenía su propio soberano.
Mapa de Sumer y el Imperio Akkadio.
La suerte de aquellas ciudades experimentaba altos y bajos, pero Nippur y Kish siempre conservaron un cierto predominio cultural. Al sur de Mesopotamia, las ciudades de mayor predominio en la región siempre fueron Ur y Lagash que competían continuamente con Umma, su vecino del norte.
La urbanización pronto se extendió hasta el norte, hacia tierras ocupadas por los semitas, la alta Mesopotamia, área de lluvias abundantes. Ciudades como Nínive, y Tepe Gawra, Tutub, Mari en el Eufrates y Susa en la región occidental de Persia, muestran muchas conexiones con las ciudades meridionales. En lugares más alejados, procesos paralelos de aumento de población y expansión agrícola tuvieron como resultado la aparición de ciudades en el Valle del Nilo, la llanura del Indo y la China septentrional. Al cabo de dos mil años la ciudad era una característica establecida en numerosas regiones de Eurasia, marcando un avance importante ulterior hacia el mundo moderno.
BIBLIOGRAFÍA:
- La Antigua Mesopotamia “retrato de una civilización extinguida”;Leo Oppenheim
- The genesis and collapse of third millenium north millenium mesopotamian civilization; Weiss H., Courty M.A., Wetterstrom W., Guichard F., Senior L., Meadow R., Curnow A.
- Límites del crecimiento y del cambio climático; Mauricio Schoijet
- Mesopotamia before history; Petr Charvát
- Mesopotamia, primeras civilizaciones históricas; Thema Equipo Editorial
- Mesopotamia, the invention of the city; Gwendolyn Leick
- Mesopotamia, the old Assyrian period; Wäfler Markus, Veenhorf Klaas R., Eidem Jesper
- A&D; Mesopotamia, Las primeras civilizaciones; Retrieved (April 2010) from: http://www.diomedes.com/hm_2.htm
- Monografias.com; Mesopotamia; Retrieved (April 2010) from: http://www.diomedes.com/hm_2.htm
Filed under: History