Littera Deusto

Modern Languages, Basque Studies and Humanities

Unusual You

abril 18th, 2009 · No hay Comentarios

Erika siempre había pensado que cuando encontrase a su media naranja el tiempo se pararía, escucharía una música celestial y el suelo se quebraría bajo sus pies. Mientras miraba un ramo de lilas en el mercado se reía pensando en eso. “Anda ya, coño”
Su vida tampoco era perfecta como la de las protagonistas de las novelas. Una vida laboral exitosa y una persona a la que todo el mundo adora, irreal. Aunque ella no se podía quejar tampoco era nada del otro mundo. Su trabajo en una oficina de importaciones le daba lo suficiente para vivir y hacer lo que buenamente quería. A sus treinta y un años no esperaba mucho de la vida. Al acabar la carrera de derecho sus padres se compraron un piso en las afueras y le vendieron el de ellos. Sin hermanos ni familiares su vida no daba mucho que hablar. No solía salir a las noches. Le gustaba concinar y las películas de amor en los que todo es posible y nada se rompe nunca. A esta vida casi insustancial se unían un perro callejero casi calvo y un coche seminuevo aparcado hace cuatro años en el mismo lugar. Era casi semiviejo.
A diferencia de lo que se pueda pensar a Erika no le parecía que le faltase nada. Una vida sin sobresaltos en la que ves todas tus aspiraciones cumplidas no suele ser un quebradero de cabeza, normalmente. Porque hoy en día ya no se sabe.
Erika recorría el mercado con los ojos y con la sonrisa ladeada. Odiaba el mercado. Demasiado de todo. La casera a la que solía comprar las lilas le miró sin emoción. “No te atrevas vieja bruja.” Pero aún así la escuálida mujer habló.
– Las lilas son de personas solitarias y aburridas. – su voz ronca arrancó a Erika un escalofrío.
– Bueno también lo son las prostitutas y a su hijo no parece importarle.
“Toma esa”
No, no, no. En absoluto. Erika no era una maleducada. Desde hacía nueve años aquella miserable intentaba que se liara con su hijo. Un hombre casado con la autoridad que se había convertido en Policía Nacional por el mero hecho de poder hacer uso de la propia autoridad. Un hombre que pensaba que cuando él hablase el resto del mundo debería quedarse en silencio. Al cuarto mes de estar aporreando la puerta de Erika lo insultó y abofeteó con desespero. De ahí el asunto. Lo que no se explicaba era por qué nadie más en el maldito mercado vendía lilas.
Al llegar al piso el perro al que todavía pese a haber permanecido cinco años con ella, carecía de nombre oficial, movía el rabo desesperado. Otro fin de semana sin ningún problema. Pero es que, ¿quién querría que su vida se complicase? Absolutamente nadie, creo.
Aquel mismo lunes cuando Elliot entró en la oficina todo por lo que había luchado y todo aquello que Erika defendía se fue al traste. Un aroma inconfundible la pegó al asiento y con una mano en el pecho se maldijo. Observó cómo unos pasos firmes y las manos a los costados la partían por la mitad. El pelo era negro y los ojos verdes, rarísimos.
“Mierda, mierda, mierda”
Al cabo de una semana Erika no podía con el estrés que le causaba ir a trabajar por si aparecían los ojos verdes. Y al cabo de un mes una úlcera diagnosticada a partir de fuertes dolores en el esófago la empujó a tomar la decisión de dejar su empleo.
Así es cómo empiezan los problemas. Un pequeño movimiento que desequilibra tu montaña.

Nota (al parecer necesaria): Es una historia ficticia, no hagas interpretaciones erróneas.

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