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Genji, un héroe diferente

diciembre 16th, 2011 · No hay Comentarios

Érase una vez un Japón en el que no había samuraís ni kimonos, ni ceremonias del té.
Dice Ivan Morris, profesor de Estudios Japoneses, en su libro The world of the Shining Prince:

Si se pregunta a un occidental culto sobre las cosas que asocian con el Japón tradicional, con toda seguridad nos recitará la lista siguiente: el Kabuki, los poemas conocidos como haiku, las xilografías del mundo flotante (ukiyo-e), la ceremonia del té, la ética samurai. […] Nada hay que objetar a esta relación, y sin embargo, ninguno de los elementos citados existía en el mundo de Murasaki Shikibu.

Nos adentramos en el Japón del siglo XI, mucho antes de que se creara el imperio. En aquella época la literatura floreció milagrosamente, pues, al no haber alfabeto japonés, se escribía en chino, lo que dificultaba la tarea. Aún así, esto no impidió que los autores de entonces para algunos escritores, como Octavio Paz, Premio Nobel de Literatura, se puedan comparar con grandes clásicos occidentales: Cervantes, Balzac, Jane Austen

En este contexto nos encotramos a Genji Monogatari ( 源氏物語 La historia de Genji), novela escrita por Murasaki Shikibu , mujer que pertenecía a la mediana nobleza, y una de las más influyentes de la literatura japonesa. Esta historia cuenta las intrigas amorosas de Hiraku Genji, un joven y apuesto príncipe, hijo del emperador.

Antes de apresurarnos a analizar esta curiosa figura, habría que explicar que el estilo de vida del Japón de aquella época estaba basado en el chino. La política, la vastimenta, los valores… todo se importaba desde China, a la que veían como la fuente de la modernidad.

En aquel entonces, el país estaba en paz, por lo que los militares no tenían el poder que tuveron más adelamte. El hecho de llevar armas incluso se consideraba un estorbo.

La aristocracia vivía en la capital, Heian-Kyo (actualmente, Kioto). Todos se conocían y estaban unidos por lazos de sangre. Este era un ambiente refinado en el que la nobleza se dedicaba a tocar el koto y contemplar la luna. Se podría decir que inluso se dedicaban a inventarse reglas como la que sólo permitía a los aristócratas de los 3 primeros rangos (de diez) llevar abanicos de veinticinco varillas.

En este ambiente nació y se crió Genji, al que se le considera (y consideraba) un héroe. Aún así, no era el héroe occidental que nos imaginaríamos, ni el guerrero diestro con la espada propio del lejano oriente.

Genji era uno de esos jóvenes cuya mayor afición eran sus amoríos con las mujeres de la corte. Las relaciones sexuales de aquella época diferían mucho de las de hoy en día: las relaciones extramatrimonianes eran bien vistas tanto en los hombres como en las mujeres. Cada uno podía tener los amantes que quisiera a la vez, diferenciándose amantes principales de secundarios y ligues pasajeros.

Genji comenzó con estos amores a los doce años, con su prima Aoi no Ue, con la que más tarde se casó. También contrajo matrimonio con Ona san no Miya; aunque, durante el transcurso estos, apenas mantuvo relación alguna con sus esposas.

Además de dos mujeres, Genji tuvo muchísimas amantes, entre ellas la misma Murasaki Shikibu, a las que les dedicaba bellos poemas de amor:

Deseo volver a soñar
el sueño de aquella noche…
Mientras, mis noches son un infierno
de insomnio y soledad
 
Genji.

Pero Genji no sólo es el amante ideal, también lo podemos describir como el ideal de belleza de la época. La belleza, en cambio, no puede ser tratada desde los cánones occidentales o clásicos.

El ideal de belleza masculina nos muestra hombres emperifollados de aspecto asexuado, dulce y frágil. Ellos se empolbaban la cara para parecer más pálidos y se teñían los dientes de negro con un tinte que fabricaban con hierro y cáscara de nuez mezclados con vinagre o te. Vamos que nada de músculos sudorosos, ni melenas al viento.

Asimismo, era usial que se perfumaran el pelo, que llevaban largo. Lo más admirable en ellos era el que creasen sus propios perfumes hasta el punto de reconocerles por su olor. Se sabe que tanto Genji como su hijo Yugiri fueron maestros perfumistas inigualables.

Los héroes, además, eran de lágrima fácil y enseguida se asustaban y echaban a correr sin que les avergnzara confesarlo. Es más, se sentían muy orgullosos de ello.

Las lágrimas hacen empalidecer la luna
incluso encima de las nubes.
Pálido es, por tanto, su reflejo
entre los juncos del estanque.
 
Genji

Esto, también contrasta con el ideal de valentía del héroe medieval y altiguo, que desafiaba a los más poderosos ejércitos con las simples armas de una espada y un escudo.

También era imprescindible que el buen cortesano supiera tocar algún instrumento musical como la flauta o la cítara, bailar con elegancia, improvisar poesía y escribir con buena caligrafía.


Por otra parte, el ideal de belleza con el que Genji soñaba era una mujer bien vestida, con el pelo liso y largo, arrastrándolo por el suelo. Él no soñaba con un cuerpo desnudo, sino con una mujer que llevase hasta doce uchikis (kimonos de la época) perfectamente combinados. Además, las damas nobles se depilaban las cejas y se pintaban unas manchas negras unos centímetros más arriba. También se tenían los dientes.

Realmente, la figura de Genji, aunque parezca subrealista, no lo es para nada, es más se ha sugerido que el personaje protagonista fue inspirado por la figura de Fujiwara no Michinaga o, también en Minamoto no Töru.

Se puede ser héroe de diferentes maneras, pero, sin duda alguna, esta es una de las más curiosas y la que nos muestra que los cánones de belleza, sendualidad y admiración pueden ser de lo más variopintos.

FUENTES DE INFORMACIÓN:

  • MURASAKI SHIKIBU. La novela de Genji. Versión, comentarios y notas de Xavier Roca-Ferrer. 1. ed. Balcelona, 2006.
  • MENGAZZO, ROSSELIA. Japón. Traducción de Cristina Bartolomé Martínez. Barcelona : RBA, D.L. 2008
  • Victoria Cirlot, Marga Clark, Eulàlia Lledó Cunill, Marta Llorente. Oculto pero invisible: voces femeninas. Publicacions de la Residència d’Investigadors, 2009. Ciclo de conferencias celebrado los meses de mayo y junio de 2004 en la Residencia de Investigadores CSIC-Generalitat de Catalunya.
  • PAZ, OCTAVIO. Tres momentos de la literatura japonesa. [México, 1954. Este ensayo se publicó en Las peras del olmo, México: Universidad Nacional Autónoma de México, 1957. Edición digital de Patricio Eufraccio Solano]
 
 

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